LECTURAS DEL JUEVES XXIV DEL T. ORDINARIO 19 DE SEPTIEMBRE SAN JOSÉ MARÍA DE YERMO Y PARRES PRESBÍTERO (BLANCO O ROJO)

 

“¿Quién es éste que hasta los pecados perdona?”




Feria, Memoria de san José María de Yermo y Parres, presbítero, (En la República Mexicana) o Memoria de san Jenaro*, obispo y mártir MR, p. 836 (825) / Lecc, II, p. 804



SAN JOSÉ MARÍA DE YERMO Y PARRES SACERDOTE FUNDADOR

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 111, 9

Al pobre da con abundancia, obra siempre conforme a la justicia; su frente se alzará llena de gloria.

ORACIÓN COLECTA

Dios de misericordia y todopoderoso, que encendiste en el corazón de san José María de Yermo y Parres, presbítero y fundador, un amor ardiente a favor de los pobres y desamparados, concédenos que, a ejemplo suyo, descubramos en cada hermano el rostro de Cristo, tu Hijo, y nos pongamos a su servicio con sincera caridad. Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA

Esto es lo que predicamos y lo que ustedes han creído.

De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 15, 1-11

Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.

Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles.

Finalmente, se me apareció también a mí, que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol. Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que está conmigo. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído.

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.

Del salmo 117 

R/. Te damos gracias, Señor, porque eres bueno.

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”. R/.

Escuchemos el canto de victoria que sale de la casa de los justos: “La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo”. R/.

No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. Tú eres mi Dios, y te doy gracias. Tú eres mi Dios, y yo te alabo. R/.

ACLAMACIÓN Mt 11, 28 



R/. Aleluya, aleluya.



Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio, dice el Señor. R/.

Sus pecados le han quedado perdonados, porque ha amado mucho.

Del santo Evangelio según san Lucas: 7, 36-50

En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas le bañaba los pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.

Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: “Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora”.

Entonces Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. El fariseo contestó: “Dímelo, Maestro”. Él le dijo: “Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?” Simón le respondió: “Supongo que aquel a quien le perdonó más”.

Entonces Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama”. Luego le dijo a la mujer: “Tus pecados te han quedado perdonados”.

Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: “¿Quién es éste que hasta los pecados perdona?” Jesús le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz”.

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS 

Contempla, Señor, los dones que presentamos en tu altar en la conmemoración de san José María de Yermo y Parres, y del mismo modo que, por estos santos misterios, le diste a él la gloria, concédenos también a nosotros tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN. Cfr. Le 12, 42 

Este es el siervo fiel y prudente, a quien el Señor puso al frente de su familia, para darles a su tiempo la ración de trigo. 

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Que esta mesa celestial, Dios todopoderoso, robustezca y aumente el vigor espiritual de todos los que celebramos la festividad de san José María de Yermo, para que conservemos íntegro el don de la fe y caminemos por el sendero de la salvación que él nos señaló. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

O BIEN

SAN JENARO

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que nos concedes venerar la memoria del mártir san Jenaro, concédenos gozar de su compañía en la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo…

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Te presentamos, Señor, estas ofrendas al conmemorar a tu santo mártir Jenaro, a quien ninguna 6tentación pudo separar de la unidad del cuerpo de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNÓN

Renovados por estos sagrados misterios, te rogamos, Señor, que, imitando la admirable constancia de san Jenaro, merezcamos, por nuestra perseverancia, conseguir el premio eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.