LECTURAS DEL JUEVES VIII DEL T. ORDINARIO 30 DE MAYO SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO (EN DONDE CORRESPONDA) (BLANCO)


Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronuncio la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo”.



MR, p. 451 (447) / Lecc. II, p. 199

ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 80, 17

Alimentó a su pueblo con lo mejor del trigo y lo sació con miel sacada de la roca.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Señor nuestro Jesucristo, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos continuamente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes.

Del libro del Éxodo: 24, 3-8

En aquellos días, Moisés bajo del monte Sinaí y refirió al pueblo todo lo que el Señor le había dicho y los mandamientos que le había dado. Y el pueblo contesto a una voz: “Haremos todo lo que dice el Señor”. Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano, construyo un altar al pie del monte y puso al lado del altar doce piedras conmemorativas, en representación de las doce tribus de Israel. Después mando a algunos jóvenes israelitas a ofrecer holocaustos e inmolar novillos, como sacrificios pacíficos en honor del Señor; tomo la mitad de la sangre, la puso en vasijas y derramo sobre el altar la otra mitad. Entonces tomó el libro de la alianza y lo leyó al pueblo y el pueblo respondió: “Obedeceremos; haremos todo lo que manda el Señor”. Luego Moisés roció al pueblo con la sangre, diciendo: “Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes, conforme a las palabras que han oído”. 

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.



Del salmo 115 

R/. Levantaré el cáliz de la salvación.

¿Cómo le pagare al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantare el cáliz de salvación e invocare el nombre del Señor. R/.

A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R/.

Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocare tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. R/.

La sangre de Cristo purificará nuestra conciencia.

De la carta a los hebreos: 9,11-15

Hermanos: Cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote que nos obtiene los bienes definitivos, penetro una sola vez y para siempre en el “lugar santísimo”, a través de una tienda, que no estaba hecha por mano de hombres, ni pertenecía a esta creación. No llevo consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la cual nos obtuvo una redención eterna. Porque si la sangre de los machos cabríos y de los becerros y las cenizas de una ternera, cuando se esparcían sobre los impuros, eran capaces de conferir a los israelitas una pureza legal, meramente exterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo purificará nuestra conciencia de todo pecado, a fin de que demos culto al Dios vivo, ya que a impulses del Espíritu Santo, se ofreció a sí mismo como sacrificio inmaculado a Dios, y así podrá purificar nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para servir al Dios vivo!

Por eso, Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que Él les había prometido. 

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.



SECUENCIA



(Puede omitirse o puede recitarse en forma abreviada, comenzando par la estrofa: “El pan que del cielo baja “).



Al Salvador alabemos, 
que es nuestro pastor y guía.
Alabémoslo con himnos
y canciones de alegría.


Esto nuevo, siempre nuevo, 
es la luz de la verdad. 
que sustituye a lo viejo 
con reciente claridad.


Alabémoslo sin límites 
y con nuestras fuerzas todas; 
pues tan grande es el Señor, 
que nuestra alabanza es poca.

Gustosos hoy aclamamos 
a Cristo, que es nuestro pan. 
pues El es el pan de vida
que nos da vida inmortal.


Doce eran los que cenaban 
y les dio pan a los doce. 
Doce entonces lo comieron, 
y, después, todos los hombres.


Sea plena la alabanza 
y llena de alegres cantos; 
que nuestra alma se desborde 
en todo un concierto santo.


Hoy celebramos con gozo 
la gloriosa institución 
de este banquete divino, 
el banquete del Señor.


Esta es la nueva Pascua, 
Pascua del único Rey, 
que termina con la alianza 
tan pesada de la ley.


En aquella ultima cena 
Cristo hizo la maravilla
de dejar a sus amigos 
el memorial de su vida.


Enseñados por la Iglesia, 
consagramos pan y vino, 
que a los hombres nos redimen, 
y dan fuerza en el camino

Es un dogma del cristiano 
que el pan se convierte en carne, 
y lo que antes era vino 
queda convertido en sangre.


Hay cosas que no entendemos, 
pues no alcanza la razón; 
mas si las vemos con fe, 
entraran al corazón.


Bajo símbolos diversos y 
en diferentes figuras, 
se esconden ciertas verdades 
maravillosas, profundas.


Su sangre es nuestra bebida; 
su carne, nuestro alimento; 
pero en el pan o en el vino 
Cristo esta todo completo

Quien lo come, no lo rompe, 
no lo parte ni divide; 
El es el todo y la parte;
vivo esta en quien lo recibe.


Cuando parten lo exterior,
solo parten lo que has visto;
no es una disminución
de la persona de Cristo.


Puede ser tan solo uno 
el que se acerca al altar, 
o pueden ser multitudes: 
Cristo no se acabara.


Lo comen buenos y malos, 
con provecho diferente; 
no es lo mismo tener vida 
que ser condenado a muerte.


A los malos les da muerte 
y a los buenos les da vida. 
¡Que efecto tan diferente 
tiene la misma comida!


El pan que del cielo baja 
es comida de viajeros. 
Es un pan para los hijos. 
¡No hay que tirarlo a los perros!


Isaac, el inocente, 
es figura de este pan, 
con el cordero de Pascua 
y el misterioso mana.


Ten compasión de nosotros, 
buen pastor, pan verdadero. 
Apaciéntanos y cuídanos 
y condúcenos al cielo.


Si lo parten, no te apures 
solo parten lo exterior; 
en el mínimo fragmento 
entero late el Señor.


Todo lo puedes y sabes, 
pastor de ovejas, divino. 
Concédenos en el cielo 
gozar la herencia contigo. Amen.



ACLAMACIÓN Jn 6, 51 


R/. Aleluya, aleluya.



Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este pan vivirá para siempre. R/.

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre.

Del santo Evangelio según san Marcos: 14,12-16.22-26

El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”. Él les dijo a dos de ellos: “Vayan a la ciudad. Encontraran a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’. Él les enseñara una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena”. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronuncio la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo”. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronuncio la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. 

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.

Credo

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Señor, concede, bondadoso, a tu Iglesia, los dones de la unidad y de la paz, significados místicamente en las ofrendas que te presentamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio II o I de la Eucaristía.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 6, 56

El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Concédenos, Señor Jesucristo, disfrutar eternamente del gozo de tu divinidad que ahora pregustamos, en la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.