No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más.
Misa por la evangelización de los pueblos, B MR, p. 1126 (1118) / Lecc. II, p. 907
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 95, 3-4
Anuncien a todos los pueblos la gloria del Señor, sus maravillas a todas las naciones, porque grande es el señor y muy digno de alabanza.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los pueblos, de forma que así perdure la obra redentora de Cristo hasta el fin de los tiempos, despierta los corazones de tus fieles, y haz que se sientan llamados a trabajar por la salvación de todos, con tanta mayor urgencia, cuanto es necesario que, de todas las naciones, surja y crezca para ti una sola familia y un solo pueblo. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Abraham le creyó a Dios y eso le valió la justificación.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 4, 1-8
Hermanos: ¿Qué diremos de Abraham, padre de nuestra raza? Si Abraham hubiera obtenido la justificación por sus obras, tendría de qué estar orgulloso, pero no delante de Dios. En efecto, ¿qué dice la Escritura? Abraham le creyó a Dios y eso le valió la justificación.
Al que, gracias a su trabajo, tiene obras, no se le da su paga como un regalo, sino como algo que se le debe. En cambio al que no tiene obras, pero cree en aquel que justifica al pecador, su fe le vale la justificación.
En este sentido, también David proclama dichoso al hombre a quien Dios tiene por justo, independientemente de las obras: Dichosos aquellos cuyas maldades han sido perdonadas y cuyos pecados han sido sepultados. Dichoso el hombre a quien el Señor no le toma en cuenta su pecado.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 31
R/. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Dichoso aquel que ha sido absuelto de su culpa y su pecado. Dichoso aquel en el que Dios no encuentra ni delito ni engaño. R/.
Ante el Señor reconocí mi culpa, no oculté mi pecado. Te confesé, Señor, mi gran delito y tú me has perdonado. R/.
Alégrense con el Señor y regocíjense los justos todos, y todos los hombres de corazón sincero canten de gozo. R/.
ACLAMACIÓN Sal 32, 22
R/. Aleluya, aleluya.
Muéstrate bondadoso con nosotros, Señor, puesto que en ti hemos confiado. R/.
Todos los cabellos de su cabeza están contados.
Del santo Evangelio según san Lucas: 12, 1-7
En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos:
“Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas. Yo les digo a ustedes, amigos míos:
No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Les voy a decir a quién han de temer: Teman a aquel que, después de darles muerte, los puede arrojar al lugar de castigo. Se lo repito: A él sí tienen que temerlo.
¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que lleguen a tu presencia soberana los dones de tu Iglesia suplicante, del mismo modo que fue tan grata a tus ojos la gloriosa pasión de tu Hijo, para la salvación del mundo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 116, 1-2
Que alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos. Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre.
O bien: Mc 16,15
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, que la participación en tu mesa nos santifique, y concede que todos los pueblos reciban con gratitud, por medio del sacramento de tu Iglesia, la salvación que tu Unigénito consumó en la cruz. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.