LECTURAS DEL DOMINGO XXIV DEL T. ORDINARIO 17 DE SEPTIEMBRE (VERDE)

 

“Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”.





ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Si 36, 18

Concede, Señor, la paz a los que esperan en ti, y cumple así las palabras de tus profetas; escucha las plegarias de tu siervo, y de tu pueblo Israel.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Perdona la ofensa a tu prójimo para obtener tú el perdón.

Del libro del Sirácide (Eclesiástico): 27, 33-28,

Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados. Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?


El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quien interceda por él?

Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos.

Ten presentes los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas. 

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.

Del salmo 102 

R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice al Señor, alma mía; que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía y no te olvides de sus beneficios. R/.

El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura. R/.

El Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados. R/.

Como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama. R/.



En la vida y en la muerte somos del Señor.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 14, 7-9

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos. 

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.



ACLAMACIÓN Jn 13, 34 

 




R/.Aleluya, aleluya.



Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R/. 

No te digo que perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete.



Del santo Evangelio según san Mateo: 18, 21-35



En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.

Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’. Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.

Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL


Nosotros somos la familia de Dios y, cada vez que nos reunimos para celebrar la Eucaristía, presentamos ante Él las necesidades y los anhelos de nuestros hermanos, los hombres y mujeres del mundo entero.

Después de cada petición diremos: Padre, escúchanos.

Para los obispos, los presbíteros y los diáconos pidamos al Señor una vida santa, tal como corresponde a su ministerio. Oremos.

Para los que gobiernan las naciones y tienen bajo su poder el destino de los pueblos, especialmente en México, pidamos el don de la prudencia y el espíritu de justicia. Oremos.

Para quienes formamos nuestra Patria, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, pidamos la gracia de formar una sola familia fiel al Evangelio. Oremos.

Para los enfermos e impedidos pidamos al Señor la fortaleza necesaria a fin de que no se desanimen ante las dificultades. Oremos.

Para nosotros mismos y para nuestros familiares, amigos y bienhechores pidamos al Señor que nos aumente los bienes que con tanta generosidad nos ha concedido. Oremos.

Escúchanos, Padre, y mira con amor a esta familia tuya por la que tu Hijo Jesucristo entregó la vida. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. 

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Sé propicio, Señor, a nuestras plegarias y acepta benignamente estas ofrendas de tus siervos, para que aquello que cada uno ofrece en honor de tu nombre aproveche a todos para su salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 35, 8

Señor Dios, qué preciosa es tu misericordia. Por eso los hombres se acogen a la sombra de tus alas.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Que el efecto de este don celestial, Señor, transforme nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para que sea su fuerza, y no nuestro sentir, lo que siempre inspire nuestras acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.